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domingo, 2 de febrero de 2014

ESPAÑA: "300.000 CIUDADANOS DICEN ESTAR CONMIGO. MAS JUECES Y FISCALES, EL JUEZ SILVA


'300.000 ciudadanos dicen estar conmigo. Más jueces y fiscales'
Lo entrevistamos al filo de la medianoche, en la desierta cafetería de un hotel madrileño. El juez Elpidio José Silva llega puntual. Antes de entrar en harina, y también después, hablamos de lo divino y lo humano. En la charla se deslizan Jung, Epicteto o (tomen buena nota sus adversarios) las disquisiciones estratégicas de Sun Tzu y los principios tácticos recogidos por Erwin Rommel en su clásico La infantería al ataque. Hasta aquí sus armas le han dado resultado en los expedientes incoados por el Consejo General del Poder Judicial(CGPJ), siempre resueltos a su favor. Ahora enfrenta su batalla más ardua: la apertura de juicio por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) por prevaricación y detención ilegal en relación con su actuación como instructor del caso Blesa (la compra del City National Bank de Florida por parte de Caja Madrid cuando Miguel Blesa era presidente). Y va a defenderse.

Para unos, es usted el juez que se extralimitó con un banquero; para otros, el juez con el que se ensaña el sistema por haber osado tocar a sus poderosos corruptos. ¿Dónde, entre ambos extremos, se ve usted?
Yo era un juez normal, durante más de 20 años no he destacado ni he querido destacar. Lo que ha pasado con el caso Blesa es como el dentista que va a la consulta a hacer un trabajo dental, toca un nervio y hay una hemorragia. He tocado un nervio muy difícil, que tiene que ver con gestión bancaria criminal durante más de 15 años y con un país que creía que iba bien cuando realmente estaba naufragando en una corrupción de mucho calado. Mi instrucción ha observado los cánones, como procuro siempre. El error es la defensa de Blesa. Hoy millones de ciudadanos saben que se quiere quitar de en medio a un juez solamente porque hacía su trabajo.
En el auto que confirma la apertura de juicio oral, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) alude al «abuso de las funciones de juez» y justifica que los errores producidos en la instrucción tienen relevancia penal porque son «fallos de la persona y no del sistema». Esto es muy duro y se lee pocas veces de un juez, con esa contundencia.
Sí, en la querella del fiscal [Manuel] Moix, y la forma vergonzosa en que esa querella ha sido secundada, hay muchas palabras y poco fundamento. Yo no he abusado nunca, mis resoluciones son sencillas: veo que el banco de Miami se ha comprado en condiciones en que nadie compraría un banco salvo demencia, profunda ineptitud u otras cosas más turbias. No tenemos datos de que Blesa sea un demente. Ineptitud puede haber, pero convive con indicios de criminalidad en cuanto a la compra que pone de manifiesto la autoridad norteamericana de supervisión financiera, la OCC [Office of the Comptroller of the Currency]. No soy yo, es la OCC. Y el Banco de España me da un informe, sin que yo se lo pida, en el que hay un elenco de irregularidades tremendo. Cuando te saltas tres stop, dos semáforos en rojo, conduces a contramano y vas borracho, si pillas a una señora es un homicidio. Compras atropelladamente porque sabes que tu mandato se acaba (se deduce de los correos, de una carpeta que se llama Esperanza Aguirre), y con consecuencias ruinosas: la entidad se hunde y precipita un rescate bancario que compromete el futuro de generaciones. Son indicios de criminalidad espectaculares. Eso, la posibilidad de fuga, ya que la pena puede ser elevada, y el riesgo de manipulación de pruebas me llevan a ingresar en prisión a este señor.
Se le imputa ordenar prisión sin motivarlo y sin que lo pida una parte debidamente personada en el momento de acordarse.
Cuando se dice eso se ignoran al menos dos cosas: la primera es que allí estaba la fiscalía y lo vio bien; la segunda, que si una persona se llama Carlos Domínguez Ruiz y yo digo que se admite su personación como Carlos Domínguez, no deja de estar. Aquí la funcionaria comete un déficit de precisión en la providencia que me pasa a la firma y pone que Manos Limpias está personada como acusación particular y olvida poner «particular popular». No hay más. ¿Mal razonada la prisión? Hay 17 folios. En una guardia en la que cae una red de narcotráfico, proxenetismo y abuso de menores, con alguna violada y otra muerta, todo se despacha en cinco folios. Y van todos al trullo, y no pasa nada.
Ante estas imputaciones, y las demás que contiene el auto, ¿cómo se ve? ¿Se encuentra solo?
No me encuentro solo. Me encuentro con secretarios judiciales que dicen que no incurrí en retraso, con unos peritos que dicen que mi instrucción fue muy buena y la Guardia Civil está muy satisfecha y ha hecho una declaración que va más allá de lo previsible. Tengo que decir que eran profesionales de muy alto relieve. Y después tengo a unos 300.000 ciudadanos, que yo sepa, que dicen que están conmigo. Y más de 1.000 jueces y fiscales que me siguen. Esta es la soledad que tengo. Hemos montado un espectáculo deshonroso, y lo sabe la agencia Reuters, lo sabe el Wall Street Journal y lo saben todos los españoles. Esto es una vergüenza.
¿Por qué y desde cuándo se le trata de presentar como un juez problemático, con sus expedientes en el CGPJ, etcétera?
El CGPJ es un órgano que secuestra a los jueces. Mediante una serie de presiones disciplinarias, diligencias informativas, premios y controles varios se ha adueñado del poder judicial, lo ha enjaulado, lo ha sometido a un pantano de incertidumbres y presiones. Ésta es la verdad y la explico en mi libro, La justicia desahuciada (ed. Península): cómo el Consejo hace esto y yo nunca me he dejado. El caso Blesa ha saltado a los medios porque ha habido un error, no porque yo quisiera. El error de aquellos corruptos que han dicho: «Vamos a denigrarle, y denigrándole y colocándole como diana nos lo vamos a cargar». Pues no, se ha conseguido darle la vuelta a esto y el CGPJ ha quedado en evidencia. Esto no pasa ni en Nigeria. Hay una plataforma de juezas nigerianas que me apoya. Según su decana, «en un país tercermundista como el nuestro, no se puede apartar al juez porque el prosecutor (el fiscal) dirija una acción penal contra él». Hay una inmunidad del juez mientras trabaja.
Dejemos en este punto el «caso Blesa». Me gustaría ir ahora un poco más allá, a los problemas de la Justicia en nuestro país. En términos muy generales, ¿qué diría usted que falla en la Justicia española?
Por una parte, el sistema de selección de jueces es una vergüenza que no se mantiene en ninguna parte del mundo. Consiste en cantar temas, y esto está sujeto a un grado de arbitrariedad elevado. Termina entrando gente que no debería entrar. En segundo lugar, el problema de la Justicia española es que está en manos del CGPJ. La Constitución dice que tiene el gobierno de los jueces. Y lo que ahí se encierra es un cautiverio y la eliminación de la separación de poderes. Que, por cierto, Montesquieu nunca habló de eso, sino de détournement, que alude más bien a «equilibrio», lo que los americanos llaman interbalance. No tenemos Justicia cuando se trata de trabajar contra personajes importantes. A eso hay que unirle el amedrentamiento, la cobardía de muchos compañeros y la poca base histórica de legitimidad y de ética judicial. Los cargos de justicia han pertenecido al conde-duque de Olivares de turno hasta el siglo XIX. No tenemos una historia heroica.
¿Y qué alternativa hay, cómo cree que debería ser el acceso a la carrera?
Pues muy claro. Como el acceso a la profesión de la persona que te abre en canal, te saca un riñón y te pone otro: tipo test. Como se accede al MIR. Un gran examen tipo test, como se hace en Francia para acceder a la Escuela Nacional de Administración, un cuerpo modélico a todos los niveles. Un test sin ninguna incidencia del apellido para ingresar en cuerpos del Estado y, según el número, pides abogado del Estado, notario, juez, etcétera. Quitar todo este rollo de oposiciones que no sirven para nada. Tenemos que montar un modelo, además, abierto, donde los jueces intervengan, participen. Y en determinadas instancias hay que quitar la discrecionalidad y contar con sistemas de elección popular. Los presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia deberían ser por elección popular y no convertirse en nichos de protección de los partidos políticos.
Sobre lo que falla en nuestra Justicia, afinando un poco más y yendo a un tema más concreto, hay unas palabras de Quevedo...
«Peligroso es tener razón...» [«donde hay poca Justicia», precisa la frase original].
No, ésas no; son dos versos del poema «A un juez mercadería»: «Sólo quien te da te quita dudas, / no te gobiernan textos sino tratos». ¿Qué falla en la persecución de los corruptos, esos que hacen tratos saltándose los textos?
En primer lugar, el diseño del poder judicial. Cuando en un juzgado cae un caso de corrupción, lo primero que hay que respetarle al juez es la potestad de decidir qué es lo que es importante y lo que no. Lo segundo, hay que cambiar la Ley de Enjuiciamiento Criminal, porque permite que se recurra todo, un ametrallamiento que supera al juzgado y genera la posibilidad de intervenir en la instrucción por parte de los medios en momentos muy delicados, a diferencia del sistema francés o el sistema belga en que solo se recurre al final de la instrucción. Y en tercer lugar, lo que falla es que tiene que haber una voluntad en los partidos políticos para cambiar la Ley Enjuiciamiento Criminal y llegar a este resultado. Como esto no se ha querido hacer, no podemos combatir la corrupción. Así de sencillo.
El TSJM dice en su auto que en el juicio podrá verse todo con más profundidad, sin perjuicio de que indiciariamente estén esas imputaciones ahí. No le voy a pedir que me anticipe la estrategia de defensa, pero, ¿cuál es el discurso que va a mantener en ese juicio oral, que no va a ser una simple vista pública, sino algo de lo que está pendiente buena parte de la sociedad española?
La principal estrategia de defensa es la transparencia. No tengo nada que esconder. La estrategia es poner de manifiesto que con las pruebas que había la instrucción fue adecuada. Y si hay un juicio, que no tengo claro si lo va a haber, y pudiera ser que no, quizá por eso han dejado al instructor cometer todo tipo de excesos, tengo claro que quien pierde no soy yo, sino el imputado, Miguel Blesa de la Parra.
Recuperando esa cita que hacía usted antes de Quevedo, ¿espera usted que le hagan justicia? Y si es así, ¿dónde espera que se la hagan?
El canon judicial de Estrasburgo es mi marco, y mi marginal diferencial respecto de mis compañeros. Yo he estado becado por el Consejo de Europa, he sido profesor en Bolonia, he trabajado en París, en Montpellier, estoy educado en el marco europeo y ahí no caben este tipo de trazas demenciales.
¿Cree que deberá esperar a que su causa llegue ahí?
En Estrasburgo esto está ganado, por desgracia a costa del bolsillo de los ciudadanos españoles, no de los ineptos que han organizado esto, que es lo triste. Pero creo que el Tribunal Supremo también está en otra dinámica y revocaría duramente una sentencia de condena por parte del TSJM, y creo que el propio TSJM tendría muchísimas dificultades para redactar unos hechos probados de sentencia de condena. Lo podría colocar en un ridículo enorme y al borde de la prevaricación.
Y si resulta que finalmente ha de esperar a Estrasburgo, ¿se ve en política?
Lo que creo es que la corrupción en España está generando una tasa de integridad a todos los niveles muy costosa para los ciudadanos, es lo que yo llamo una prima de riesgo sin valorar de inseguridad jurídica. Eso hace que el país esté a precio de saldo, y si hay que tomar decisiones de movilización a nivel político, y si esa implicación mía tiene sentido en algo que sea constructivo y que pueda canalizar adecuadamente un gran movimiento ciudadano, desde luego no me voy a mantener al margen. Si no me he mantenido al margen como juez amordazado y de a pie, menos lo voy a hacer como ciudadano. Hay una serie de elementos indeseables incrustados en el sistema español que están produciendo un daño terrible. Esto tenemos que liquidarlo y tenemos que purgarlo y lo podemos hacer. La mayoría de los españoles queremos tener un espacio al que se le suele llamar hogar o patria donde vivir bien y tener lo que nos merecemos y no depender de unos cuantos que quieren vivir en la impunidad. Nada de lo que ha pasado aquí debe salir gratis.
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