'Conversaciones sobre la III República'. El nuevo título de Julio Anguita y Carmen Reina no esconde su contenido. Ni lo pretende. El excoordinador de IU llegó ayer a Gijón de la mano de la editorial El Páramo para presentar el libro con el que lanza un claro mensaje de cambio a la sociedad. Una sociedad, anima, que ha de hacerse con el control de los acontecimientos.
-Recala en Asturias para hablar de república. Y lo hace con un libro.
-Es un libro de dos autores, que recoge una propuesta muy concreta de tercera república. Creemos que el momento de pasear la bandera republicana y hablar de ella de manera inconcreta -o refiriéndose siempre a la segunda- ya ha pasado. Es la hora de presentar una propuesta concreta. En el libro, los autores explicamos los motivos que nos llevan a hacer la propuesta y hablamos, por ejemplo, de la austeridad inherente a la república -muy diferente a la defendida por el gobierno, porque república no significa vivir mal-, del estado federal o de la importancia de Iberoamérica, mayor que la de Europa.
-Hace poco se formó un gran revuelo cuando dijo que habría que meter al Rey en un tren y ponerle en la frontera.
-No fue exactamente así: me preguntaron y contesté, pero siempre existe cierta tentación por parte de los medios... No quiero hablar del Rey. Lo que siempre he dicho es que vamos a construir república y, una vez construida, a este señor se le mete en un tren y punto. A mi no me preocupa el monarca, sino el proyecto de república. A eso me refería.
-Tras el 'caso Nóos', ¿cuál sería una salida digna para la Monarquía?
-Dignidad y Monarquía son dos conceptos que en la historia de España siempre han sido antitéticos.
-La situación económica del país es mala, pero usted dice que será aún peor.
-No lo digo yo, lo dicen los datos. Me reúno con economistas, con gente que sabe más que yo, porque creo que es lo que un político debe de hacer. Ya lo advertimos cuando entramos en la moneda única y, ahora, esto no va a mejor, va a peor.
-Entonces, ¿insta a la sociedad a hacer frente al actual poder político?
-Soy miembro de un partido político pero, tal y como está la situación, ningún partido puede resolver esto. Éste es un problema de la sociedad, que tiene que auto organizarse. La sociedad está dividida, tiene valores contrapuestos, pero hay que buscar un denominador común en esa mayoría, alcanzar un programa con unos puntos concretos y la voluntad de erigirse en un contrapoder.
-¿Cree que estamos ante uno esos caldos de cultivo que preceden a los grandes acontecimientos?
-Caldos de cultivo hay muchos, el problema es que cuajen o no. En la Historia aparecen sólo los que cuajan. Algún día habrá que escribir las revoluciones que no fueron porque, en realidad, son muchas más que las que triunfaron. Habrá que esperar... Pero, desde luego, condiciones hay.
-¿Piensa aún que la única salida a la crisis pasa por abandonar el euro?
-Absolutamente. Hay que tener bien claro que los que hemos firmado ese manifiesto (que apuesta por la salida de la moneda única) advertimos de que va a ser duro, aunque no tanto como esto. Con un 57% de paro juvenil, peor que esto no va a ser. Desde nuestro punto de vista, salir del euro es la única salida y esperamos, también, que se nos unan otros países, sobre todo, del sur de Europa. En algún sitio tiene que empezar y, estando en el euro, salida no hay ninguna. Me baso en lo que indican los estudios desde hace años y en las propias palabras de Felipe González, que el año pasado confesó sus errores en un artículo.
-Y en ese marco, la corrupción se vuelve protagonista. ¿Qué ha ocurrido?
-La corrupción ha existido durante toda la Transición. Existió también en el franquismo, pero no salía en la prensa. España es un país fundamentalmente corrupto, desde la época de la Restauración con Fernando VII. No es un país que haya vivido una revolución cívica: es un país de viejas estructuras enquistadas, donde el poder ha sido siempre su criado. Lo que ocurre ahora responde a una forma de ser, de estar, que parte de la población ya ve sin escandalizarse. Si la gente de un país sigue votando a ladrones, la cosa está mal.
-¿Pero hay hacia dónde mirar?
-¡Claro que sí! Hacia aquí, por ejemplo. Me podrán acusar de muchas cosas, pero de eso no. ¡Claro que hay a quien mirar! Cuando se dice que todos los políticos son iguales, no es más que una forma de justificar nuestra propia concupiscencia. Los políticos somos hijos de nuestro pueblo, somos como el resto de la sociedad. ¿Quién no ha escuchado en un chigre «yo, si pudiera, haría lo mismo»? Pero creo que, cuando llegamos ahí, tenemos la responsabilidad de cambiar de actitud, para que pueblo vea que se puede seguir otro camino.
-¿Qué le parecen los líos de Bárcenas y las acusaciones de financiación irregular al PP?
-No suelo hablar mucho del tema. Éste es un señor que tendrá que justificar su fortuna y que sabe muchas cosas. Detrás de él, están ni más ni menos que todos los cohechos que ha podido haber... ¡Pero eso es algo habitual!
-¿Se está desviando la atención de los desahucios a los escraches?
-Es una cuestión de fariseísmo social. Nadie protestó por el escrache del cobrador del frac, pero cuando alguien va ante un político se habla de los pobres niños que lo sufren. Es de una hipocresía tremenda. Lo mejor es no hacer ni caso y seguir haciéndolos.
-El PCA organiza la presentación de su libro. ¿Cree que puede reconducirse la situación con IU?
-Confieso mi ignorancia sobre la situación, no es que quiera escurrir el bulto... Pero sí sé que hace falta un gran replanteamiento de toda la izquierda o de todos los que se consideran como tal. Hace falta sentarse para hablar, no de lo inmediato, sino de qué significa ser de izquierdas. Es un debate que quise lanzar y fracasé. Si los compañeros se sentasen para plantearse por qué somos de izquierdas, podría tomarse una vía de encuentro.