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viernes, 28 de febrero de 2014

BOSNIA: CIUDADANOS SE MANIFIESTAN PIDIENDO LA DIMISION DEL GOBIERNO POR CORRUPCION


LOS CIUDADANOS DE BOSNIA Y HERZEGOVINA PIDEN LA DIMISIÓN DEL GOBIERNO
Los bosnios salen a la calle contra la corrupción
Ciudadanos de todo el país se manifiestan contra la corrupción y el paro. Desde hace casi un mes, las protestas se repiten y ya han conseguido que caigan algunos gobiernos locales y regionales. Piden la dimisión del Gobierno y han conseguido la caída de varios representantes políticos.

Más de un año llevaban los trabajadores de Tuzla, al noreste de Bosnia y Herzegovina, manifestándose para protestar por su situación sin que nadie les prestara demasiada atención. Hasta hace unos días. Durante la primera década de este siglo, varias empresas estatales pasaron a manos privadas. Los nuevos dueños fueron vendiendo los activos y se declararon en quiebra, dejando a centenares de personas sin trabajo.
El acuerdo de paz de Dayton, firmado en 1995, puso fin a la violencia armada, pero creó un sistema político basado en la etnicidad como sustento de la nueva democraciaComo cada miércoles, el pasado 5 de febrero se reunió frente a la sede del Gobierno regional de Tuzla un puñado de ciudadanos cansados de la desidia de sus gobernantes. Las protestas terminaron con graves enfrentamientos con la Policía. Al día siguiente, el número de manifestantes en esa ciudad había crecido a 6.000. También se convocaron manifestaciones de apoyo en Sarajevo y otras ciudades: Zenica, Mostar y Banja Luka. Sólo en Tuzla se contaron unos 120 heridos. El viernes 7, las protestas se extendieron por todo el país. 10.000 personas tomaron las calles de Tuzla yalgunos manifestantes lograron entrar en la sede del Gobierno regional y el Ayuntamiento y los incendiaron.

Protesta en Sarajevo

En Sarajevo, después de unas horas de tensión entre Policía y manifestantes, un grupo consiguió entrar en el edificio del Gobierno regional y prenderle fuego. El incendio afectó también al Ayuntamiento y al edificio de la Presidencia. La misma suerte corrieron edificios institucionales en Zenica y Mostar. Darko Brkan, director de la organización Zasto Ne? (‘¿Por qué no?’), que se dedica a monitorizar la gestión gubernamental, ha descrito este episodio como “un ataque de nervios colectivo”.
Las protestas de las últimas semanas han hecho patente la situación en la que se encuentran los ciudadanos de Bosnia y Herzegovina. El acuerdo de paz de Dayton, firmado en 1995, puso fin a la violencia armada, pero creó un sistema político basado en la etnicidad como sustento de la nueva democracia. El territorio quedó repartido en dos entidades: la República Srpska, de mayoría serbio-ortodoxa, y la Federación de Bosnia y Herzegovina, compartida por católico-croatas y bosnio-musulmanes, que, a su vez, está dividida en diez cantones o gobiernos regionales. Todo esto hace de Bosnia y Herzegovina un país difícilmente gobernable: el poder se reparte entre las tres etnias mayoritarias, que tienen derecho a veto en la toma de decisiones y que dejan a las minorías étnicas institucionalmente discriminadas, y la compleja estructura burocrática consume casi la mitad del presupuesto del país.

Un 40% de parados

Se calcula que existe un paro del 40% (las cifras oficiales hablan del 27%, pero al menos otro 20% vive en la llamada “economía gris”), el salario medio es de 420 euros y las pensiones de 170 euros, un quinto de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y las posibilidades de entrar en la Unión Europea están cada día más lejos.
Muchos han visto la reacción de los últimos días como un despertar, como si por fin los bosnios se sacudieran la apatía que les ha mantenido callados tantos años. Pero no es la primera vez que los ciudadanos de este país, sin importar la etnia, salen a protestar. En junio de 2012, en Banja Luka, capital de la República Srpska, la gente salió a la calle cuando el Ayuntamiento vendió un parque público para construir un centro comercial. Un año después, la muerte de una niña de tres meses, Bel­mina Ibrisevic, por no poder salir del país a recibir un tratamiento médico, encendió a la sociedad bosnia. La incapacidad del Gobierno para sacar adelante la ley que otorga números de identificación personal dejaba sin documento de identidad ni pasaporte a los recién nacidos desde febrero de 2013. A pesar de la presión social, tras semanas rodeando el Parlamen­to, no se llegó a una solución.
Sin embargo, esta vez las protestas en Bosnia y Herzegovina sí están teniendo consecuencias políticas: han dimitido los gobiernos del cantón de Sarajevo, de Tuzla y de otros cantones y municipios, y se reclama la dimisión del Gobierno federal. El primer ministro, Nermin Niksic, contestó que no dimitiría “hasta que encontrasen a alguien mejor que él para el puesto”.

Solidaridad de las repúblicas

En las capitales de las repúblicas exyugoslavas vecinas se han sucedido las manifestaciones en solidaridad con las protestas bosnias. Es significativo que el primer ministro croata se desplazase a Mostar en visita de emergencia al día siguiente de las protestas, y que el vicepresidente serbio se reuniera a los dos días en Belgrado con el presidente de la República Srpska.
Como señala Miguel Rodríguez Andreu en "¿La hora de los bosnios?": “Hay miedo entre la clase política porque la cortina de humo del nacionalismo ha perdido sustancia frente a la realidad del desempleo, la corrupción o la mala gestión”.
Mientras, en las ciudades de Bosnia y Herzegovina se siguen organizando manifestaciones y los ciudadanos se están reuniendo en asambleas. El pleno de Sarajevo ha planteado cuatro demandas: establecimiento de un Gobierno de expertos sin filiación política, revisión de salarios y beneficios de cargos públicos, auditorías de las privatizaciones de empresas públicas en la pasada década y establecimiento de una comisión que evalúe responsabilidades sobre los sucesos del 7 de febrero.
“Estas protestas han roto el silencio de 20 años, ya no nos creemos más sus mentiras basadas en la retórica étnica, les hemos dicho basta”, dice Sadzida Tulic al acabar de moderar una de las asambleas en Sarajevo, en la que participó un millar de personas. “Las asambleas han devuelto a la gente un sentimiento de comunidad por encima de diferencias étnicas o sociales. La corrupción y la injusticia social nos han unido frente a un enemigo común: la clase política”.

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