Pullmantur: despido colectivo
Me llamo Alicia Pérez Gil y en este momento aún trabajo en Pullmantur. Me han recomendado que no haga esto, que no escriba en internet, con mi nombre, acerca del proceso de despido colectivo que ha comenzado en mi empresa. Me dicen que cuando esto termine tendré que buscar otro empleo y que la huella en la red es peligrosa. Comprendo el consejo y lo agradezco. Sin embargo mis prioridades son dos: dormir por las noches y hacerle frente sin sonrojo a los espejos; es decir, que mi conciencia esté tranquila y mi cara no me provoque vergüenza. Así que aquí estoy, haciendo lo único que sé hacer: escribo.
Llevo cinco años, casi seis, trabajando como secretaria del director financiero en esta compañía. Durante ese tiempo, el comité de dirección ha tomado decisiones con las que no he estado de acuerdo. Algunas de ellas me han parecido inhumanas y descarnadas. Sin embargo, esto es una empresa y su función no es cuidar de sus empleados, sino obtener beneficios. Por ese motivo estamos en esta situación.
El presidente de Pullmantur y los hombres y mujeres a su cargo han decidido que deben obtener mayores beneficios de esta empresa. Para ello han iniciado un proceso de despido colectivo. Es decir, con el objetivo de ganar más dinero, echan a la calle a un número aún indeterminado de personas.
Voy a decirlo un poco más claro: los directores de Pullmantur van a despedir al mayor número de personas posible al precio más bajo posible. Eso es un despido colectivo. No les importa la situación personal de cada uno. Les trae sin cuidado que el sueldo que cercenen sea el único que entra en una casa, o que acaben de nacer bebés, o que mis compañeros no puedan pagar las universidades de sus hijos, o que se destruyan lazos interpersonales forjados durante años.Y no les importa porque no debe importarles. No es su labor.
Algunos de mis compañeros no han comprendido esto: que en este despido colectivo (como en otros) los trabajadores somos material de desecho del que siete hombres y mujeres se desprenden a precio de saldo. Somos las rebajas. Nos despiden y no quieren pagarnos lo que es nuestro. Yo sólo llevo aquí 5 años, pero otros levan 10, 15 o 30. Y todos los que salgamos por la puerta dentro de 30 o 40 días, lo haremos con una mano delante y otra detrás. Salvo que plantemos cara. Y puede que ni aún con esas.
La negociación aún no ha comenzado, pero ya hay presiones a trabajadores y a representantes de los trabajadores. Amenazas. Algunos de nosotros tememos ir a la huelga porque eso nos señalará directamente como elementos hostiles. Pero no pueden hacernos nada más de lo que ya nos han hecho. Ya nos han colocado en la casilla de salida. Ya nos han quitado el trabajo. No podemos tener miedo a que ocurra algo que ya ha ocurrido.
Por eso no comprendo las reacciones de temor cuando se filtra que estamos cabreando a la empresa con el orden del día de nuestra asamblea, que habla de una huelga ¿Es que nos importa que la empresa se enfade? ¿Es que somos niños asustados ante unos padres severos? Nos despiden sin pagarnos lo que hemos trabajado ¿Y nos preocupa que se pongan nerviosos?
No tenemos nada que Pullmantur desee conservar. Sólo podemos inclinar la balanza de nuestro lado si usamos nuestra fuerza de trabajo como moneda de cambio, si convocamos huelgas y, cuando y como proceda, siempre dentro de la legalidad, las llevamos a cabo. Si nuestros directores necesitaran de nosotros algo más no nos despedirían. Si les doliese un despido colectivo no lo efectuarían. No nos dejemos engañar: nos tiran al contenedor y pretenden robarnos. En nuestra mano está regalarles nuestro tiempo y nuestro trabajo, esas dos cosas por las que no están dispuestos a pagar.
Porque el objetivo de una empresa es obtener beneficios.
Y la obligación de un trabajador estafado es reclamar lo que le pertenece.
Compartid la entrada. Esto ocurre en tantas empresas y el miedo es tan insidioso, que quizá haga falta a otros compañeros, a otros trabajadores. Yo estoy con todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario