La dieta Okinawa: esto comen las personas que llegan a muy viejas
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/06/24/la-dieta-okinawa-esto-comen-las-personas-que-llegan-a-muy-viejas-123480/
La semana pasada conocimos la noticia de la muerte de Jiroemon Kimura, la persona más anciana del mundo (y el hombre que más ha vivido de la historia), con 116 años. Su predecesor en el “cargo”, Misao Okawa, falleció con 115 años. Por sus nombres es fácil saber en qué se parecen: ambos eran japoneses. Algo que no es de extrañar, ya que el país del Sol naciente tiene la mayor proporción de personas centenarias del mundo.
El periodista de National Geographic Dan Buettner ha recorrido durante los últimos años, a lomos de una bicicleta, los lugares del planeta donde se vive más tiempo, a los que denominó “zonas azules”, un término que desde la publicación de su libro Blue Zones: Lessons for Living Longer from the People who’ve Lived the Longest (National Geographic), se usa con frecuencia en los medios de comunicación de todo el mundo.
Las islas de Okinawa, al sur de Japón, es una de estas “zonas azules” que Buettner puso en el mapa: la región del mundo con un mayor porcentaje de personas centenarias. En concreto, el pueblo de Ogimi es el municipio con la población más envejecida del mundo. En realidad, poco más que una calle en la que viven más de una docena de ancianos centenarios.
El Programa Okinawa
Desde hace varias décadas, científicos de todo el mundo se han interesado por el secreto de la longevidad de los japoneses y, en concreto, por su dieta, quizás el elemento que más diferencia los hábitos de vida de esta región del resto del mundo.
Las investigaciones en la región de Okinawa se iniciaron en 1975, de manos del Okinawa Centenarian Study, que ha venido estudiando la evolución y costumbres de los habitantes de estas islas japonesas. El doctor Makoto Suzuki fue el primer científico que se dio cuenta de que lo que estaba ocurriendo en esa zona de Japón no era algo común, ni siquiera en un país en el que la longevidad es de por sí elevada.
Los habitantes de Okinawa, además de tener la esperanza de vida más elevada del mundo, tienen un estado de salud extraordinario: son flacos, tienen aspecto juvenil, mucha energía y una incidencia muy baja de enfermedades cardiovasculares y cáncer, incluido el de estómago, muy común entre el resto de japoneses.
El trabajo de Suzuki fue la base de El Programa Okinawa, un libro superventas en Estados Unidos que trata de exportar la dieta de la isla japonesa al mundo occidental. Uno de sus autores, el doctor Craig Willcox, explicó recientemente en The Guardian las bondades del régimen alimenticio de los okinawenses:
“Comen de media tres raciones de pescado a la semana, muchos cereales integrales, verduras y soja, más tofu y algas kombu [un tipo de alga parda que destaca por su alto contenido en yodo] que nadie en el mundo, y calamares y pulpo, que son ricos en taurina, algo que podría explicar sus bajas tasas de colesterol y presión sanguínea”.
Los vegetales que toman los okinawenses son de particular interés. Consumen un tipo de batata morada rica en flavonoides, carotenoides, vitamina E y licopeno, y una especie de pepinos amargos, que en Okinawa llaman goya (su nombre técnico es Momordica charantia, y se puede encontrar en otras partes del mundo con nombres tan dispares como melón amargo, cundeamor chino o tomaco) que parecen ser útiles para reducir el azúcar en sangre.
¿Puede una dieta hacernos más longevos?
Pensar que una dieta basta para que lleguemos a vivir 100 años es simplificar demasiado un asunto que es enormemente complejo. Sabemos que en el envejecimiento influyen muchos factores, desde la propia genética, a la crianza, pasando por lo sociables que seamos, cuánto ejercicio físico practiquemos, el clima de nuestra zona de residencia, la calidad de los servicios sanitarios a los que tenemos acceso o lo relajada que sea nuestra vida. Además, para vivir más tiempo, es mejor ser del sexo femenino: el 85% de las personas que viven más de cien años son mujeres.
Dicho esto, se cree que la dieta es responsable en un 30% de nuestra longevidad, por lo que sin duda ha jugado un papel importante en la calidad de vida de los okinawenses. Por desgracia, falta bastante investigación en torno a este tipo de régimen alimenticio: apenas se ha investigado el efecto que tiene la dieta japonesa sobre una población no japonesa, algo que si se ha hecho, por ejemplo, con la dieta mediterránea, la que más apoyos científicos ha recabado hasta la fecha, o la dieta nórdica, que cada vez gana más adeptos.
Quizás para encontrar la dieta que nos permite llegar a cumplir más años habría que mirar qué elementos comunes tiene la alimentación de las “zonas azules”, que se encuentran en sitios tan dispares como California, donde vive una comunidad de adventistas del Séptimo Día que tiene una expectativa de vida de nueve a once años mayor que la media de sus compatriotas norteamericanos, o en Cerdeña, en cuya región de Nuoro, la parte más montañosa de la isla, está otra de las mayores concentraciones de personas centenarias del planeta.
El propio Kimura, hasta hace una semana el hombre más viejo del mundo, aseguraba que “el secreto para una vida sana y larga es comer en pequeñas cantidades”. Y podría no estar desencaminado. Si hay algo que comparten todas estas poblaciones es que han sufrido periodos de escasez o, en el caso de los adventistas, que son fundamentalmente vegetarianos. En definitiva, la dieta de sus habitantes es particularmente baja en calorías, contiene pocas grasas animales y apenas azúcar.
En cualquier caso, si analizamos a otros centenarios, es difícil encontrar un patrón definido (aparte de que todas son mujeres). La persona más vieja que ha vivido nunca de la que se tiene constancia fue Jeanne Calment, una francesa que murió en 1997 con 122 años. Era una adicta al chocolate, consumía aceite de oliva y bebía vino a diario. La persona más anciana de Gran Bretaña, Grace Jones, de 113 años, suele beber jerez y tiene una dieta típicamente inglesa (que no es la más saludable).
Y la más anciana de España, Francisca García Torres, que nació en Baeza, pero vive en Navarra, tiene 122 años. De joven vivió tiempos de escasez, y pasó hambre. Ahora no tiene dentadura, y no puede comer nada sólido, por lo que su dieta se restringe a los purés, pero no tiene diabetes, ni colesterol.
Y hasta los 100 años estuvo plantando cebollas. No cabe duda de que en lo que respecta a la longevidad sigue jugando un papel la suerte o, más bien, lo contigente.
FUENTE
La semana pasada conocimos la noticia de la muerte de Jiroemon Kimura, la persona más anciana del mundo (y el hombre que más ha vivido de la historia), con 116 años. Su predecesor en el “cargo”, Misao Okawa, falleció con 115 años. Por sus nombres es fácil saber en qué se parecen: ambos eran japoneses. Algo que no es de extrañar, ya que el país del Sol naciente tiene la mayor proporción de personas centenarias del mundo.
El periodista de National Geographic Dan Buettner ha recorrido durante los últimos años, a lomos de una bicicleta, los lugares del planeta donde se vive más tiempo, a los que denominó “zonas azules”, un término que desde la publicación de su libro Blue Zones: Lessons for Living Longer from the People who’ve Lived the Longest (National Geographic), se usa con frecuencia en los medios de comunicación de todo el mundo.
Las islas de Okinawa, al sur de Japón, es una de estas “zonas azules” que Buettner puso en el mapa: la región del mundo con un mayor porcentaje de personas centenarias. En concreto, el pueblo de Ogimi es el municipio con la población más envejecida del mundo. En realidad, poco más que una calle en la que viven más de una docena de ancianos centenarios.
El Programa Okinawa
Desde hace varias décadas, científicos de todo el mundo se han interesado por el secreto de la longevidad de los japoneses y, en concreto, por su dieta, quizás el elemento que más diferencia los hábitos de vida de esta región del resto del mundo.
Las investigaciones en la región de Okinawa se iniciaron en 1975, de manos del Okinawa Centenarian Study, que ha venido estudiando la evolución y costumbres de los habitantes de estas islas japonesas. El doctor Makoto Suzuki fue el primer científico que se dio cuenta de que lo que estaba ocurriendo en esa zona de Japón no era algo común, ni siquiera en un país en el que la longevidad es de por sí elevada.
Los habitantes de Okinawa, además de tener la esperanza de vida más elevada del mundo, tienen un estado de salud extraordinario: son flacos, tienen aspecto juvenil, mucha energía y una incidencia muy baja de enfermedades cardiovasculares y cáncer, incluido el de estómago, muy común entre el resto de japoneses.
El trabajo de Suzuki fue la base de El Programa Okinawa, un libro superventas en Estados Unidos que trata de exportar la dieta de la isla japonesa al mundo occidental. Uno de sus autores, el doctor Craig Willcox, explicó recientemente en The Guardian las bondades del régimen alimenticio de los okinawenses:
“Comen de media tres raciones de pescado a la semana, muchos cereales integrales, verduras y soja, más tofu y algas kombu [un tipo de alga parda que destaca por su alto contenido en yodo] que nadie en el mundo, y calamares y pulpo, que son ricos en taurina, algo que podría explicar sus bajas tasas de colesterol y presión sanguínea”.
Los vegetales que toman los okinawenses son de particular interés. Consumen un tipo de batata morada rica en flavonoides, carotenoides, vitamina E y licopeno, y una especie de pepinos amargos, que en Okinawa llaman goya (su nombre técnico es Momordica charantia, y se puede encontrar en otras partes del mundo con nombres tan dispares como melón amargo, cundeamor chino o tomaco) que parecen ser útiles para reducir el azúcar en sangre.
¿Puede una dieta hacernos más longevos?
Pensar que una dieta basta para que lleguemos a vivir 100 años es simplificar demasiado un asunto que es enormemente complejo. Sabemos que en el envejecimiento influyen muchos factores, desde la propia genética, a la crianza, pasando por lo sociables que seamos, cuánto ejercicio físico practiquemos, el clima de nuestra zona de residencia, la calidad de los servicios sanitarios a los que tenemos acceso o lo relajada que sea nuestra vida. Además, para vivir más tiempo, es mejor ser del sexo femenino: el 85% de las personas que viven más de cien años son mujeres.
Dicho esto, se cree que la dieta es responsable en un 30% de nuestra longevidad, por lo que sin duda ha jugado un papel importante en la calidad de vida de los okinawenses. Por desgracia, falta bastante investigación en torno a este tipo de régimen alimenticio: apenas se ha investigado el efecto que tiene la dieta japonesa sobre una población no japonesa, algo que si se ha hecho, por ejemplo, con la dieta mediterránea, la que más apoyos científicos ha recabado hasta la fecha, o la dieta nórdica, que cada vez gana más adeptos.
Quizás para encontrar la dieta que nos permite llegar a cumplir más años habría que mirar qué elementos comunes tiene la alimentación de las “zonas azules”, que se encuentran en sitios tan dispares como California, donde vive una comunidad de adventistas del Séptimo Día que tiene una expectativa de vida de nueve a once años mayor que la media de sus compatriotas norteamericanos, o en Cerdeña, en cuya región de Nuoro, la parte más montañosa de la isla, está otra de las mayores concentraciones de personas centenarias del planeta.
El propio Kimura, hasta hace una semana el hombre más viejo del mundo, aseguraba que “el secreto para una vida sana y larga es comer en pequeñas cantidades”. Y podría no estar desencaminado. Si hay algo que comparten todas estas poblaciones es que han sufrido periodos de escasez o, en el caso de los adventistas, que son fundamentalmente vegetarianos. En definitiva, la dieta de sus habitantes es particularmente baja en calorías, contiene pocas grasas animales y apenas azúcar.
En cualquier caso, si analizamos a otros centenarios, es difícil encontrar un patrón definido (aparte de que todas son mujeres). La persona más vieja que ha vivido nunca de la que se tiene constancia fue Jeanne Calment, una francesa que murió en 1997 con 122 años. Era una adicta al chocolate, consumía aceite de oliva y bebía vino a diario. La persona más anciana de Gran Bretaña, Grace Jones, de 113 años, suele beber jerez y tiene una dieta típicamente inglesa (que no es la más saludable).
Y la más anciana de España, Francisca García Torres, que nació en Baeza, pero vive en Navarra, tiene 122 años. De joven vivió tiempos de escasez, y pasó hambre. Ahora no tiene dentadura, y no puede comer nada sólido, por lo que su dieta se restringe a los purés, pero no tiene diabetes, ni colesterol.
Y hasta los 100 años estuvo plantando cebollas. No cabe duda de que en lo que respecta a la longevidad sigue jugando un papel la suerte o, más bien, lo contigente.
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