El misterio de las Experiencias Cercanas a la Muerte será desvelado en un experimento
Una de cada cinco personas que sobrevive a una parada cardíaca asegura haber tenido una ECM (Experiencia Cercana a la Muerte). Una cifra nada desdeñable de pacientes que, durante el tiempo de duración de un coma o de muerte clínica, en el que supuestamente desaparecen todas las señales externas de vida, incluida la conciencia, son capaces de narrar luego sus sensaciones y percepciones, aunque no se registre actividad cerebral alguna.
Los casos de ECM llevan casi medio siglo documentándose y estudiándose, sobre todo desde los campos de la neurociencia y la psicología, pero aún no se ha logrado encontrar una explicación científica convincente, más allá de meras conjeturas e hipótesis indemostrables. Cada vez son más los investigadores médicos interesados en este fenómeno, y la literatura sobre el tema llegó a su cénit con la publicación el pasado año de La prueba del cielo: El viaje de un neurocirujano a la vida después de la vida (Zenith). Un libro superventas en el que el neurocirujano Eben Alexander narra su supuesta experiencia en el más allá durante el tiempo que estuvo en coma.
La autoridad académica del investigador de Harvad no es suficiente como para que sus afirmaciones cierren el debate sobre si una experiencia personal puede ser una prueba científica o no. Para intentar acabar con esta incertidumbre, la fundación fundación John Templeton que, con base en Filadelfia, se describe a sí misma como “un catalizador filántropo para la investigación sobre las Grandes Cuestiones de la vida”, financiará con cinco millones de dólares una selección de proyectos de investigación sobre las experiencias al borde la muerte. Es lo que se ha dado en llamar el Proyecto Inmortalidad.
La prueba definitiva
Entre los elegidos en el Proyecto Inmortalidad destaca Sam Parnia, director de investigación sobre reanimaciones en la Universidad de Nueva York, quien tratará de de determinar si las ECM son reales. Es decir, discernir si sus causas son físicas o, por el contrario, parapsicológicas o metafísicas. Para ello, el autor de Erasing Death: The Science That Is Rewriting the Boundaries Between Life and Death analizará la actividad cerebral de los pacientes que sufren un paro cardíaco. De este modo, tratará de determinar si las conexiones neuronales son susceptibles de provocar una experiencia subjetiva, verse a uno mismo fuera del cuerpo y en tercera persona mientras los médicos tratan de reanimarlo.
El experimento del investigador norteamericano consiste en proyectar diferentes imágenes y sonidos, elegidos al azar, en las salas de reanimación de varios hospitales. Si ese 20% de pacientes en coma que viven una ECM, introduce referencias a las imágenes o sonidos proyectados, entonces se podría descartar la hipótesis más extendida sobre este fenómeno: que son simples alucinaciones posteriores a la reanimación.
Otras hipótesis más ortodoxas sobre la existencia de las ECM son que estáncausadas por una anoxia (carencia de oxígeno en el cerebro), por el mal funcionamiento del lóbulo temporal, por alteraciones en el sistema límbico o por algún efecto neurotóxico. Sin embargo, el porcentaje de pacientes que sufren estas alteraciones en mayor al de los casos de ECM.
Un mecanismo de defensa psicológica
El resto de investigaciones que se financiarán en el proyecto inmortalidad tienen un cariz más psicológico y filosófico. Una de ellas tratará de determinar si estas experiencias son capaces de cambiar las creencias religiosas, mientras que otra más curiosa procurará responder a la pregunta de por qué creemos en la vida después de la muerte.
Uno de los últimos estudios publicado en la revista científica Plos One sobre este asunto, se concluye que el cerebro humano recuerda con mayor grado de detalle las experiencias cercanas a la muerte que el resto de vivencias cuando se está despierto. Para la científica Marie Thonnard, autora principal de estudio, todo se reduce al campo de las sensaciones, por lo que las ECM son solo un producto de la imaginación, muy similares a las alucinaciones. Una afirmación que choca con las tesis de que hay vida después de la muerte, fundamentadas en la existencia de este tipo de fenómenos.
La hipótesis que maneja el grupo de investigadores dirigidos por Thonnard es que la alteración de los mecanismos fisiológicos, unida a los efectos farmacológicos en las conexiones neuronales, generan las condiciones favorables para que se produzcan estos fenómenos. Sería algo así como una alucinación debido al estado de perturbación del cerebro. De hecho, se produce una especie de autoengaño, como si se tratase de un mecanismo de defensa psicológica, prácticamente igual al que se activa por las alucinaciones
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