Ocho razones por las que ser pesimista y tener mala
leche te ayudan en la vida
De un tiempo a esta parte, debido
al auge de la psicología positiva, hemos interiorizado la idea
de que ver la vida en positivo es la única manera de alcanzar la felicidad y
desenvolvernos en nuestros quehaceres diarios con éxito.
El pesimismo y el
mal humor se ven siempre como sentimientos negativos que debemos erradicar,
y que no traen nada bueno. Pero es una idea que podría estar equivocada.
Recientes investigaciones han puesto en evidencia la idea de que los
sentimientos negativos no traen nada bueno a nuestro comportamiento. El profesor
Joseph P. Forgas, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, ha realizado
una revisión de estudios, publicada este mes en la revista
Psychological
Science, en la que
hace un
recorrido por las actividades y funciones que realizamos mejor estando tristes o
de mal humor. Sus ideas son claras: “El ser humano es una especie
temperamental, y
nuestros constantes cambios de humor son un instrumento que
sirve para dar forma a nuestras estrategias cognitivas y emocionales”. La
tristeza o la ira, siempre que no se conviertan en algo patológico, cumplen su
función, y son positivas para realizar determinado tipo de tareas.
1. Mejora nuestra memoria
El mal humor hace que nos concentremos más y estemos más atentos respecto a
lo que ocurre a nuestro alrededor. Un experimento realizado en 2009, puso de
manifiesto, por ejemplo, que los días de lluvia, cuando la gente está de peor
humor, las personas que entraban a una tienda recordaban más aspectos de la
misma que cuando entraban en un día soleado. Otros experimentos constataron,
además, que la gente que está enfadada o triste en una situación concreta tiende
a incorporar menos detalles inventados a su narración de la situación que la
gente que está feliz. En definitiva, cuando estamos del mal humor nuestros
recuerdos se graban en nuestra memoria de forma más precisa.
2. Somos más rigurosos en nuestros juicios
A la hora de emitir un juicio sobre una situación social, o una persona,
caemos en determinados sesgos que influyen sobre nuestra opinión final. La gente
de buen humor tiende a ser demasiado entusiasta respecto a sus primeras
impresiones, y no pone atención al resto de información que puede obtener. Esto
no ocurre cuando alguien está de mal humor, pues examina toda la información
concienzudamente.
3. Nos hace menos ingenuos
Por la misma razón por la que el mal humor nos hace ser más precisos en
nuestros juicios, nos vuelve más escépticos respecto a la información que
recibimos. Varios estudios han demostrado que las personas de mal humor, o más
pesimistas, son menos propensas a creer en rumores o leyendas urbanas. Cuando
estamos de mal humor somos más detallistas y estamos más concentrados, algo que
aumenta también nuestra capacidad para detectar si una persona nos está
engañando.
4. Rechazamos los estereotipos
Este escepticismo que caracteriza a las personas que están de mal humor, que
no siempre es bueno, es positivo en la convivencia con otras culturas, pues
elimina en gran parte nuestra tendencia a guiarnos por estereotipos. En un
estudio, diversos participantes, con buen o mal humor, tenían que disparar a una
serie de objetivos: unos portaban armas, otros no, y algunos llevaban, o no, un
turbante. La gente feliz disparó en mayor número a los objetivos que llevaban
turbante, pero no armas, un error en el que no cayeron tanto los participantes
de mal humor.
5. Somos más perseverantes
Estar de mal humor tiene determinados beneficios motivacionales. El
self-handicapping, el proceso por el cual
evitamos esfuerzos con la esperanza de eludir un posible
fracaso y el consiguiente daño en la autoestima, es mucho menor en las
personas pesimistas. La gente triste o airada es capaz de ser más perseverante
en la realización de sus tareas, y obtiene mejores resultados en estas, pues no
está dispuesta a abandonar tan fácilmente como la gente que, en ese momento,
está de mejor humor.
6. Tenemos ciertas ventajas en nuestra relación con los demás
Aunque instintivamente podemos pensar que la gente que está de mal humor es
más desagradable en su trato con otras personas, lo cierto es que es más
cuidadosa, educada y atenta en sus estrategias interpersonales. La gente de buen
humor suele ser más directa y asertiva en sus respuestas, algo que puede ser
positivo en ocasiones (sobre todo en una negociación) pero tiene sus
contrapartidas: en determinadas situaciones su actitud puede resultar demasiado
atrevida.
7. Somos más equitativos y más justos
Según diversas investigaciones, un estado de ánimo positivo puede aumentar
nuestro egoísmo, mientras que los estados de humor negativos hacen que seamos
más equitativos en nuestros juicios y, sobre todo, más cuidadosos con las normas
externas. Los psicólogos han constatado esto tras someter a los participantes a
diversos juegos de roles: por extraño que parezca las personas con peor humor
son más respetuosas con las normas morales y tienen mayor propensión a alcanzar
un consenso.
8. Somos más persuasivos
La gente de mal humor es más persuasiva e influyente que la gente feliz. Dado
que cuando estamos más tristes prestamos más atención a la información externa,
nuestra capacidad para generar empatía crece y, con ella, nuestra capacidad de
convencer a las personas para que acepten nuestro punto de vista.
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