Alemania usa perros adiestrados para localizar dinero negro
Dina, Anni y Alegría han cazado a 20 contrabandistas en el aeropuerto de Fráncfort.
Los canes están especializados en oler el perfume de los fajos de 1.000 billetes
“El dinero no apesta” reza el refrán popular, pero Dina y sus compañeras de trabajo Anni y Alegría, piensan diferente cuando olfatean con sus delicadas y bien adiestradas narices las maletas de pasajeros anónimos que intentan introducir al país dinero negro oculto en sus maletas, un contrabando que se ha puesto de moda entre los alemanes pudientes a causa de la fragilidad del secreto bancario suizo.
Las tres perras se han convertido en las estrellas del aeropuerto de Fráncfort, donde los agentes de aduana, gracias a ellas, han alcanzado una gran eficacia en detectar a los pasajeros que intentan repatriar sus dineros ocultos que mantenían en cuentas suizas.
Según las leyes comunitarias todos los viajeros que posean más de 10.000 euros en sus bolsillos, están obligados a declarar el importe restante, pero no todos cumplen con esta obligación. Este nuevo tráfico clandestino de euros revivió una vieja y eficaz practica que utiliza la aduana germana en los principales aeropuertos del país, en especial en Fráncfort: los perros rastreadores de dinero.
Después de recibir un entrenamiento de siete meses en dos centros ubicados en Baja Sajonia y Baviera, los perros son capaces de oler el perfume que emanan los billetes de euro y de dólar con gran destreza. Hasta junio del presente año, las perras detectives que trabajan en el aeropuerto de Fráncfort lograron detectar 20 contrabandistas que habían ocultado dinero en sus maletas. “En total, contamos con un total de 37 perros rastreadores —dijo Christine Strass a este periódico— Tres están especializados en detectar billetes y el resto se dedica a detectar drogas, explosivos y armas”.
“Nuestros perros están adiestrados para oler paquetes de hasta 1.000 billetes y cuando se familiarizan con un olor, lo pueden recordar durante cuatro meses”, dijo Uwe Wittenberg, el jefe de la división de perros rastreadores del aeropuerto. Hasta la fecha, el hallazgo más importante fue un contrabando de 200.000 euros, pero pequeñas sumas de dinero tampoco pasan desapercibidas para los animales.
Cuando Alemania se enteró, a comienzos de abril pasado, que el famoso y poderoso presidente del Bayern de Múnich. Ulli Hoeness, tenía una cuenta secreta en un banco suizo y que se había autodenunciado ante el fisco alemán para eludir una millonaria multa y, al mismo tiempo, evitar ir a prisión, se puso en marcha otra dinámica que dejó al desnudo la codicia de los alemanes ricos: la autodenuncia de Hoeness convenció a miles de millonarios alemanes a seguir el ejemplo del presidente del Bayern.
Según expertos de los ministerios de Finanzas de los 16 estados federados, el mea culpa de Hoeness actuó como un eficaz detonante para la autodenuncia de los evasores fiscales. El presidente del Bayern tenía la esperanza de corregir su pecado fiscal con el acuerdo entre Alemania y Suiza, que de haber sido aplicado, obligaría a los alemanes con cuentas secretas en Suiza a pagar impuesto de entre el 26% y 37% al fisco alemán, sin tener que admitir su identidad. El acuerdo, sin embargo, fue rechazado por el Parlamento alemán. “El caso Hoeness fue un detonante, pero la principal razón fue el fracaso del acuerdo fiscal entre Suiza y Alemania a finales de 2012”, dijo Horst Vinken, presidente de la Cámara de Asesores Fiscales de Alemania, al revelar el nuevo fenómeno que están registrando las oficinas fiscales germanas.
En la primera mitad del año, 14.518 ciudadanos alemanes se autodenunciaron por haber evadido impuestos a las arcas públicas del país, una cifra que duplica las registradas en 2012. La ola de pecadores arrepentidos, que colapsó las oficinas regionales del fisco alemán, también tuvo su origen cuando nació un exclusivo mercado negro de venta de CD's copiados en los ordenadores de la banca suiza y del ducado de Lichtenstein, que contienen miles de nombres de evasores fiscales alemanes.
Hace un año, el gobierno de Renania del Norte Westfalia pagó nueve millones de euros por cuatro CD suizos, que le reportaron a las arcas regionales unos 3.000 millones de euros, y el encausamiento de 3.400 personas.
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