15 ago 10. La
logia B'naï B'rith es una organización paralela a la masonería regular cuya
afiliación está exclusivamente reservada a los ciudadanos de origen judío.
Esta entidad, fundada en 1843, tiene su sede central en Washington (1640
Rhode Island Avenue, NW), justo al lado de la Casa Blanca, proximidad que no es
solamente física.
Actualmente cuenta con algo más de 600.000 afiliados
distribuídos por 47 países del globo, y en su cúspide se aglutina lo más selecto
de la oligarquía judía mundial.
Al igual que la masonería regular, la
B'naï B'rith se presenta como una organización filosófica y filantrópica
dedicada a la consecución de los consabidos enunciados humanistas, y también al
igual que la primera su labor fundamental se desarrolla en el campo de la
influencia política y social.
El hecho de que esta logia haya sido desde
su creación el más eficiente puntal del movimiento sionista constituye una buena
muestra de esa actividad.
La B'naï B'rith International
cuenta con varias sociedades filiales, así como con una pléyade de
organizaciones afines que se mueven en su órbita. Entre las
primeras figuran las sociedades The Career and Counseling Services, The
Klutznick Museum, responsable del mantenimiento de los archivos de la logia, The
Hillels Foundations, dirigida a los medios estudiantiles, The B'naï B'rith Youth
Organization,
enfocada al campo cultural, The B'naï B'rith
Women, que agrupa a las mujeres afiliadas a la Orden, y The Anti-Defamation
League Jewish o Liga Antidifamatoria Judía, cuyo cometido oficial es la lucha
contra el antisemitismo, aunque el real sea la lucha contra el antisionismo, lo
que es algo muy distinto, como no pocos sionistas antisemitas deben saber muy
bien.
Y esto último no ha sido escrito a la ligera, sino
con pleno conocimiento de una realidad sobradamente avalada por los
hechos.
Aparte de la marginación social y de la discriminación racial que
padecen los judíos sefarditas de Israel, existen multitud de manifestaciones
realizadas por diversas figuras de la oligarquía ashkenazi que avalan con creces
lo dicho con anterioridad.
Actitudes y posturas
especialmente deleznables si se tiene en cuenta que los judíos sefarditas son
precisamente los genuinos hebreos semitas, en tanto que los judíos ashkenazim de
origen europeo, que constituyen la casta dominante en aquel país, no pertenecen
a ese tronco racial.
Por otro lado, han sido precisamente estos últimos
los fundadores y principales promotores del sionismo moderno, cuyo carácter
ultrarracista no puede sorprender viniendo de individuos que aplican a los
sefarditas, esto es, a sus propios correligionarios, el calificativo despectivo
de "negros".
Entre tales manifestaciones,sin duda más
elocuentes que cualquier otra explicación, figuran algunas especialmente
significativas. Golda Meir, por ejemplo, no tuvo pudor en afirmar que "todo
judío leal debe aprender el yiddish (lengua de los ashkenazim europeos), porque
sin yiddish no hay judío".
Ben Gurion fue más explícito aún: "No queremos que
los israelíes se levantinicen.
Debemos luchar contra el
espíritu levantino (esto es, semita) que corrompe a los hombres y a las
sociedades" (Le Monde, 9-3-66; en parecidos términos se manifestó también
M.Dayan en Le Monde de 30-4-66).
Otro hebreo ilustre, Haïm
Cohen, se refirió a la inspiración racial del Estado judío con estas
palabras:"La amarga ironía de la suerte ha querido que las mismas tesis
biológicas y racistas propagadas por los nazis sirvan de base para la definición
oficial de la judaicidad en el seno del Estado de Israel".
La pertenecia
a la logia B'naï B'rith no excluye el que sus miembros militen simultáneamente
en otra logias masónicas, cosa frecuente por lo demás.
De
hecho, son numerosos los casos de miembros de dicha logia que han ostentado el
grado de Gran Maestre en otras logias americanas o europeas adscritas al rito
escocés.
Sin embargo, la doble militancia en sentido
contrario no es posible. Bien puede decirse por tanto que la logia B'naï B'rith
constituye una Orden específica dentro de la masonería regular.
Algo
parecido podría afirmarse en lo concerniente a los diversos organismos
plutocrático-oligárquicos descritos a lo largo de estas páginas, y en el seno de
los cuales los jerarcas de la B'naï B'rith forman un grupo particular.
De tal modo que la influencia de la oligarquía judía en la
vida pública no se articula exclusivamente a través de las estructuras
específicas de dicha logia, sino también por medio de otros organismos que, como
el CFR, cuentan entre sus filas con numerosos miembros adscritos a la misma. Son
las pequeñas ventajas que proporciona el hecho de estar en varios sitios a la
vez.
La logia B'naï B'rith constituye el núcleo central de una vasta red
de sociedades afines que se mueven en su órbita y que confluyen en ella.
Entre las más relevantes figuran el American Jewish
Committee, el American Jewish Congress y la Conference of Presidents of Mayor
American Jewish, que agrupa, a su vez, a unas cuarenta asociaciones judío-
americanas.
Mención aparte merecen el World Jewish Congress
y el American Israel Public Affairs Committee, sin duda las más poderosos e
influyentes sociedades de toda esa red.
El World Jewish Congress, o Congreso Judío
Mundial, tiene su sede central en Nueva York, y cuenta con delegaciones en
setenta países del mundo.
Solamente en Estados Unidos su
red organizativa aglutina a treinta y dos organizaciones anexas y publica siete
diarios.
Esta poderosa entidad está presidida en el
presente por Edgar Bronfman, magnate del sector vitivinícola y de la industria
cinematográfica.
El trust Bronfman posee el 15% de la Time
Warner y es accionista mayoritario de la MCA-Universal, la más importante
productora cinematográfica y televisiva estadounidense del momento.
Por otro lado, el consejero especial de Edgar Bronfman en
la MCA es Michel Ovitz, miembro también del Congreso Judío Mundial y director de
la Creative Artist Agency, primera agencia de contratación artística de
Hollywood.
En cuanto al American Israel Public Affairs
Committee, se trata de uno de los grupos de presión más poderosos y discretos de
los Estados Unidos.
Así lo reflejaba sin ambages en su
número 407 (junio 1991) la revista L'Arche, órgano oficial del Frente Nacional
Judío Unificado: "El American Israel Public Affairs Committee es un lobby
extraordinariamente potente, literalmente capaz de destruir la carrera pública
de cualquier político anti-israelí".
Conviene decir que este tipo de
lenguaje directo y explícito sobre el tema tabú que ahora nos ocupa es
prácticamente privativo de las publicaciones judías.
Estos son, a grandes
rasgos, los más descollantes engranajes de una poderosa maquinaria cuya
presencia en las altas esferas políticas estadounidenses veremos a continuación.
Y una vez más, ante la imposibilidad material de efectuar
un recorrido exhaustivo en el tiempo, lo más apropiado será ceñirse al momento
presente. Centrándonos, pues, en la actual Admistración Clinton, he aquí un
breve resumen de dicha presencia.
De los doce integrantes del Consejo
Nacional de Seguridad, organismo sobre cuya importancia no será preciso
extenderse, seis proceden de la oligarquía judía estadounidense:
Samuel Berger, vicepresidente del Consejo, Martin
Indik, responsable del área de Oriente Medio, Don Steinberg, director del área
africana, Richard Feinbert, al frente del departamento de Hispanoamérica,
Stanley Ross, jefe del departamento de Asia, y Dan Schifte, director del
departamento de Europa Occidental.
En los servicios de asistencia y asesoramiento a
la Presidencia del gobierno figuran Abner Mikve, en calidad de Attorney (Fiscal)
General, Ricky Seidman, como responsable de la agenda presidencial, Phil Leida,
jefe adjunto del Estado Mayor, Robert Rubin, consejero de Economía, y David
Heiser, director del servicio de Prensa.
En el Departamento de Estado la
lista es numerosísima, pudiendo subrayarse los nombres de Peter Tarnoff,
subsecretario de Estado, Lawrence Summers, Mans Kurtzer, Dennis Ross, Jehuda
Mirski y Tom Miller.
Otros altos cargos dignos de mención son Rehm
Emmanuel, consejero personal y eminencia gris de Clinton, Miky Kantor, ministro
de Comercio, Robert Reich, ministro de Trabajo, Cotie Stuart Eizenstat,
embajador ante la CEE, Louis French, director del FBI, Madeleine Albright,
embajadora en la ONU, y Laura Tyson, al frente del Consejo Económico.
A
la vista de esta realidad, y en su calidad de buen conocedor de los entresijos
de la política estadounidense, éstos eran los comentarios vertidos sobre el
particular por un destacado analista político en cierto medio
informativo:
"Hace algunas semanas, el rabino de la sinagoga Adath
Yisraël, de Washington, pronunciaba un sermón en el Centro Cultural y Político
judío en el curso del cual celebró el hecho de que los judíos norteamericanos
tomen parte en las decisiones políticas a todos los niveles de la Administración
Clinton, señalando textualmente que los Estados Unidos no son un Gobierno de
goim (no-judíos), sino una Administración donde los judíos participan
enteramente en las decisiones políticas a todos los niveles".
Tras pasar
revista al panorama político estadounidense y subrayar explícitamente la
influencia en el mismo del lobby judío, el citado analista añadía: "La
influencia sionista no sólo se manifiesta en el ámbito político.
También
es considerable en los medios de comunicación, donde un gran número de
responsables de programas televisivos, así como la mayor parte de los redactores
jefes, corresponsales y comentaristas son judíos....
La
misma preeminencia se encuentra en las instituciones universitarias, en los
centros de investigación, en los servicios de seguridad, en la industria
cinematográfica y en los medios artísticos y literarios".
Naturalmente,
todos estos comentarios no pueden ser más que infundios malintencionados de
algún elemento fascistoide y antijudaico, como diría cualquier "bien-pensante"
de pesebre al uso. En efecto, el autor de los mismos fue el analista hebreo Bar
Yosef, colaborador del rotativo israelí Maariv, en cuyo número del 2-9-1994 apareció su artículo.