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domingo, 21 de abril de 2013

Opinion de uno que no cree en los politicios que no nos representan

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  • Hacerse el gilipollas es un derecho que debería ser contemplado en la carta esa de los derechos humanos. Yo me hago mucho el gilipollas, y da como una especie de vientecillo de libertad en las orejas. Además, nunca he sido demasiado listo, y hacerme el gilipollas me resulta bastante fácil. Sin embargo, y paradójicamente, me cabrea bastante que alguien ajeno a mí o a mi cronopia familia pretenda que yo parezca gilipollas. Sé que suena a capricho: ¿cómo puede gustarle a este tío hacer el gilipollas y disgustarle que lo tomen por gilipollas? La segunda opción es más cómoda, ya que te ahorra el delicado trabajo actoral de parecer gilipollas. Pero la primera, aunque más ardua, es una decisión personal, no una imposición. Y por alguna perversión íntima que aun se me escapa, a mí lo de tener alguna que otra decisión personal todavía me pone. Secretos del alma humana. Debilidades de gilipollas.

    He desarrollado esta larga disertación, más llena de meditaciones que de dudas, porque ayer me dio la impresión de que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, quizás muy a su pesar, me estaba tomando por gilipollas. Dirá el atildado lector que resulta normal que un cerebro de la categoría del de Soraya, adornado de tantos laureles intelectuales que incluso los más elevados eruditos los desconocen, nos haga parecer al resto de mortales tal que un poco gilipollas. Sería necio negarlo. Después de 35 años de democracia, los españoles nos hemos acostumbrado a que nos traten como a gilipollas pero sin que nos demos cuenta. Coño, Soraya, que es que ahora nos estamos dando cuenta de que nos tratáis como a gilipollas. Un poquito de disimulo, por favor. Dejadnos como estábamos de atontaos con el talante, con los cambios de Constitución impuestos por los dos grandes partidos en noviembre y tal. Antes solo parecíamos gilipollas a los ojos de los extranjeros. Ahora, con vuestras cosas, hasta en España parecemos gilipollas. Y eso no lo puede soportar un gilipollas español. Por ahí no pasa este patriota a la par que gilipollas.

    Ha dicho Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta de nuestro bienhadado gobierno, que es absolutamente normal que seamos gilipollas. Nuestra vicepresidenta dijo ayer, no en un bar ni una orgía percherona a cuatro patas, sino justito después del consejo de ministros, en acto de mucha comunicación hacia los españoles, televisión pública y tal, dijo nuestra vicepresidenta, lo ha sacado la tele, que el Centro de Investigaciones Sociológicas, el CIS, un servicio público de estadística pagado con los impuestos de los españoles, se ha olvidado de hacer una pequeña pregunta. Al CIS, al servicio público de estadística pagado por todos los españoles, se le ha olvidado en los últimos 17 meses preguntar a los ciudadanos nada acerca de su jefatura del estado. Del Rey, o sea. De Urdangarín. De la Leti y sus desencuentros con Rouco Varela. Y nos ha explicado Soraya que esto del olvido ha pasado por “criterios técnicos”. Yo no me lo creo, porque suelo olvidar por otras causas. Yo no me creo que de repente el CIS se haya olvidado por “criterios técnicos” de que tenemos un rey corrupto puesto por Franco sobre el que los españoles tenemos que opinar y decirle amablemente que se marche.

    Soraya Sáenz de Santamaría, con su proverbial inteligencia, nos ha explicado a los españoles que el CIS no se ha ocupado en los últimos 17 meses de las más altas instancias del Estado por, me encanta la expresión, “criterios técnicos”. O sea, que usted, señor deahuciado, no puede tener acceso a saber de su Casa Real, de la Jefatura de Su Estado, por “criterios técnicos”. Los criterios técnicos, como los caminos del señor, son inescrutables. Resulta que por “criterios técnicos” no puede usted opinar de la Corona, de la Jefatura de Estado, de la Corinna. Los criterios técnicos le impiden a usted opinar y decir que esta monarquía corrupta y putrefacta es el bastión indeleble sobre el que se asienta la cohesión de España.

    Pues vale.
     

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