“La carrera de nuestras vidas”. Así se llama
la larga carta que
Jeremy Grantham, el fundador de la
compañía de inversión Grantham Mayo van Otterloo (GMO) publicó la pasada semana
en la revista trimestral de la firma, y en la que reflejaba
sus hondas
preocupaciones por el estado de la humanidad en este siglo XXI. No se trata
de la primera vez que Grantham manifiesta una opinión semejante (ya lo había
hecho en diferentes medios de comunicación), pero debido a la longitud y
minuciosidad de la carta, esta ha girado rápidamente por la red. El cabecilla de
la firma es conocido por haber cargado con dureza contra las inadecuadas
respuestas de muchos gobiernos contra la crisis financiera.
“Nuestra economía global,
insensata en su uso de todos los recursos y
sistemas naturales, nos muestra un gran número de los fallos potenciales que
han acabado con tantas civilizaciones antes de la nuestra”. Este es el comienzo
del texto del británico, que indica que hay dos factores que pueden ayudarnos a
evitar nuestro fin: el declive de las tasas de fertilidad y el progreso de las
energías alternativas. Grantham carga contra la concepción que comparte la mayor
parte de la gente, según la cual, estos “prefieren la propaganda optimista a la
incómoda verdad y prefieren hacerse ilusiones antes que la acción pura y dura”.
Es el fin del mundo tal y como lo conocemos
Grantham alude a la antigua Roma para preguntarse hacia dónde nos dirigimos
como civilización. Los ciclos de los grandes imperios son más cortos de los que
estos mismos querrían pensar, y esa es una de las causas de su debacle. “Una de
las cosas en las que se muestran de acuerdo en que
las civilizaciones
decadentes sufrían de una creciente arrogancia y una confianza desmesurada:
la creencia de que después de muchas pruebas siempre saldrían del paso y que los
crecientes signos de debilidad pueden ser ignorados como meros productos del
pesimismo”, indica en la carta.
Lo importante es que
las personas que habiten el planeta dispongan de una calidad de vida mucho
mayorA continuación, Grantham elabora una
lista de esos síntomas de decadencia que ha visto en otras sociedades y que
también se están repitiendo en la actual: el final de los recursos energéticos y
alimenticios proporcionados por la tierra, el mal uso de estos recursos
naturales, una expansión desproporcionada por el territorio,
las guerras
costosas e innecesarias, la creciente complejidad en las estructuras del
imperio que implican un alto coste humano hasta el punto de que los impuestos
son demasiado caros para los ciudadanos, o un tamaño tal que cualquier pequeño
movimiento puede desestabilizar la sociedad de manera importante.
No todos son malas noticias
Grantham, sin embargo, sigue depositando su fe en la humanidad. Cree que
aunque hay señales que parecen actuar en contra de la Humanidad,
hay otros
signos que nos permiten albergar cierta esperanza. Una es el declive en el
crecimiento de la población mundial, en una línea muy semejante a lo que
plantease
Thomas Malthus en su día (que la gran cantidad de personas que
habitan el planeta terminarían acabando con los recursos que en ella se
disponen). Sin embargo, mantiene Grantham, Malthus pasó por alto lo que está
ocurriendo, que es que por primera vez en la historia del hombre, se esté
tomando conciencia de la necesidad de que los nacimientos decrezcan. Lo
importante, para el economista, es que las personas que habiten el planeta
dispongan de una calidad de vida mucho mayor, no la cantidad de habitantes de
este.
No sabemos lo que
ocurrirá en el futuro, pero cada minuto cuentaEn ese sentido,
juegan un papel
importante las energías renovables, especialmente, en lo que concierne a
China, que podría ser el país que empujase a los científicos e
investigadores a descubrir de qué manera se pueden solucionar los problemas
medioambientales del planeta. ¿Por qué? Porque al mismo tiempo que los
convertiría en una importante potencia energética en el planeta, dominando
industrialmente a las demás naciones, les serviría para hacer frente a los
preocupantes niveles de polución de sus grandes urbes. China, mantiene Grantham,
posee tanto las motivaciones como el capital económico necesarios como para
enarbolar la bandera de la renovación medioambiental.
En definitiva, concluye el poderoso inversor, es necesario vencer tanto
nuestras comodidades y reticencias a intentar cosas nuevas como
la tendencia
a actuar únicamente por el interés personal. “Si podremos movernos lo
suficientemente rápido en esos frentes y al mismo tiempo reducir el efecto de
los gases invernadero para evitar precipitarnos por el abismo no se puede saber
a ciencia cierta, pero cada minuto ahorrado y cada mejora realizada, mayores
serán nuestras oportunidades. Que comience la carrera”, concluía el
inversor.
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