La prostitución masculina de españoles se triplica por la crisis: "Yo he elegido esto"
Eduardo (nombre ficticio) habla con total normalidad de su trabajo. “Unos son mecánicos, otros periodistas o abogados. Yo he elegido esto”, explica con un marcado acento canario. Con “esto” se refiere a una profesión, la suya, que recibe muchos nombres, con diferentes matices y algunos con connotación negativa: chapero, gigoló, chico de compañía, taxiboy, prostituto, puto… “Yo soy un trabajador del sexo. Punto”, zanja Eduardo.
Tiene 28 años, es español y trabaja en locales de Madrid, dice sin dar más explicaciones. “Intento llevarlo con la mayor discreción posible. Por mí, por mi familia y por mis clientes”, apunta.
Los expertos explican que la prostitución masculina es mucho menos visible que la femenina y admiten que es prácticamente imposible saber cuántas personas se dedican a ello en España. En la página Milanuncios.com, por ejemplo, se publica un nuevo anuncio de "chico de compañía" cada 15 minutos.
Zaro, que afirma que sólo en Internet se pueden encontrar más de 900 ofertas de este tipo, dibuja el perfil del prostituto como un hombre de entre 25 y 35 años que en su mayor parte se dedica a ello de forma voluntaria y no es víctima de trata, como ocurre frecuentemente en la prostitución femenina.
ENTRE 1.500 Y 3.000 EUROS
Explica que, exceptuando quienes trabajan en la calle, suelen tener un buen nivel de estudios, “mínimo bachiller y muchos con estudios universitarios”. Entre los extranjeros que se dedican a ello abundan los brasileños y venezolanos, pero Zaro subraya que desde que comenzó la crisis se ha triplicado el número de españoles que se dedica a la prostitución.
Eduardo comenzó en el verano de 2011. En ese momento, trabajaba como dependiente en una tienda de telefonía y decidió prostituirse para conseguir ingresos extra. “Con lo que ganaba en mi trabajo no me llegaba para pagar alquiler, comida, tabaco, gastos…” Hace un año le despidieron y ahora se gana la vida exclusivamente como trabajador del sexo: “En un mes puedo sacar entre 1.500 y 3.000 euros, depende de cómo se dé”.
Puntualiza que sus tarifas varían en función del servicio. Por ejemplo, y negándose a hablar de cifras concretas, dice que si además de sexo consume drogas con el cliente el precio sube. “Hay quien lo hace sin preservativo y ahí sí que se dispara un poco el precio, pero yo paso”, asegura.
Zaro da algunas cifras de referencia: “Si tienen mucha necesidad de dinero, pueden aceptar servicios por una cantidad irrisoria como 10 euros o sexo sin protección por 300 euros”. Entre las sustancias más consumidas en este ámbito, explica Eduardo, están la viagra y el popper, un dilatador.
Desde que empezó, Eduardo siempre ha ofrecido sus servicios a través de anuncios en Internet en los que cuelga una foto, sus medidas y lo que está dispuesto a hacer. Los prostitutos suelen trabajar principalmente en saunas o pisos y ya sólo una minoría ofrece sus servicios en la calle. Eduardo explica que en Madrid las zonas principales son Sol y la calle Almirante.
PERFIL DE LOS CLIENTES
Pero, ¿quién recurre a estos servicios? Zaro explica que en el caso de la prostitución callejera los clientes suelen ser hombres de 60 o 70 años, mientras que en los locales son también hombres, muchas veces casados y con hijos, cuya edad varía entre los 30 y los 40 años. “Hay más mujeres que contratan estos servicios de los que la sociedad piensa, pero menos que hombres. También recurren a ello parejas heterosexuales como juego sexual”, matiza.
Una investigación dirigida por Zaro en 2007 apuntaba a que el 22,8% de los prostitutos se declaraba homosexual, el 30,7% heterosexual y el 46,5% bisexual. En este sentido, Eduardo se muestra rotundo: “Yo soy heterosexual aunque el 90% de mis clientes son hombres”. Explica que en los dos años que lleva ejerciendo puede contar las clientas “con los dedos de la mano”. “Ha habido de todo, desde una señora de más de 50 a una chavala de 25, pero yo no pido los detalles de la vida de mis clientes”, zanja.
EL PROBLEMA DEL VIH
Guillermo López, técnico de salud de la Fundación Triángulo, explica que uno de los mayores problemas en la prostitución masculina es la abundancia del VIH: “Cada vez hay más tasa. Según datos del Centro Sanitario Sandoval, que es referente en España, casi cerca de un 18% de los trabajadores del sexo dieron positivo a la prueba del VIH, frente a un 0,8% de las mujeres con la misma actividad.”
Por el contrario, López, al igual que Zaro, explica que apenas existe la explotación masculina, aunque reconoce que se ha dado algún caso. “Es aislado. No hemos visto casos de violencia como sí ocurre con las mujeres. Sí que existen pisos en los que la persona que lo lleva se lucra y puede cometer abusos con los trabajadores, pero no están forzados ni hay una red como tal ni una dependencia”.
Eduardo confirma que él es trabajador sexual porque quiere: “A mí nadie me obliga. En esto coincidimos muchos: tienes libertad, no tienes que aguantar las malas caras de tu jefe. Pero también es muy sacrificado porque me paso el día de guardia. Si estoy en el gimnasio y suena el móvil, tengo que atenderlo. Como los bomberos. El trabajo es el trabajo”.