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domingo, 13 de abril de 2014

CIENTIFICOS DESCUBREN EL GEN QUE ACABARA CON LA OBESIDAD



Científicos descubren un interruptor genético capaz de acabar con la obesidad




Investigadores israelíes afirman haber logrado un gran avance en la lucha contra la obesidad y aseguran que han descubierto un interruptor genético que controla nuestro metabolismo.



Los investigadores del centro médico israelí Beth Deaconess (BIDMC, por sus siglas en inglés) en Boston han identificado una proteína que controla el metabolismo y la utilizaron para reducir dramáticamente el desarrollo de la obesidad y la diabetes en ratones. 
  
Al manipular el proceso bioquímico, basado en las habilidades de las células para quemar energía, los investigadores dicen que ahora podrían desarrollar nuevas terapias para ayudar a los pacientes a bajar de peso, según informa 'Daily Mail' citando el estudio publicado en la revista 'Nature'.

Los nuevos hallazgos muestran que la reducción de la cantidad de enzima nicotinamida N-metiltransferasa (NNMT, por sus siglas en inglés), que se encuentra principalmente en el hígado, reduce drásticamente el desarrollo de la obesidad.

"Con este descubrimiento, ahora tenemos un medio de manipulación metabólica que podría ayudar a acelerar la producción de energía y llevar a la pérdida de peso", asegura la autora principal del estudio, Barbara Kahn.

Los nuevos hallazgos dependen de un mecanismo bioquímico conocido como ciclo fútil, en el que las reacciones celulares se aceleran, lo que genera más energía.
FUENTE

lunes, 1 de julio de 2013

HISTORIA DE COMO HEMOS ENGORDADO A LO LARGO DE LA HISTORIA


HISTORIA DE LA GORDURA


La obesidad se ha vuelto enfermedad e incluso epidemia. Pero no siempre tuvomala prensa
Crédito foto: Rembrandt Harmenszoon van Rijn



El sobrepeso llegó incluso a ser apreciado, aunque con matices, según se tratase de hombres o mujeres. También los gordos tienen una historia…

La Edad Antigua no se preocupaba por la gordura


Sorpresa: son mujeres obesas las que inauguran la Historia. Los primeros rastros de sociedades humanas conciernen las “Venus” del Paleolítico superior, estatuillas femeninas con nalgas protuberantes (llamadas “Venus esteatopigias”, del griego antiguosteatos, grasa, y pygê, nalga). Una de las más célebres es laVenus de Willendorf (Austria), con unos 25.000 años de edad.

Podemos suponer que en esos tiempos tan antiguos, los humanos tenían necesidad de una espesa envoltura de grasa para soportar un clima mucho más frío que el de hoy. Podemos también suponer que estas Venus no expresan la norma social sino la visión que tenían los hombres del Paleolítico de la Diosa Madre y de la fecundidad.

Demos un gran salto adelante. Henos aquí a orillas del Mediterráneo, bajo el dominio deRoma, a comienzos de nuestra era. Nada de mujeres obesas, piensen lo que piensen los Fellini. Pero, en el cortejo de Baco (Dionisio, en griego), le sátiro Silene, padre adoptivo del dios, es reconocible por su borrachera feliz y su vientre adiposo (obesidad androide).

¿Hay que deducir de ello que la obesidad en los varones romanos está asociada a la potencia, incluso a la desmesura? Algunos bustos tardíos de notables y emperadores romanos podrían llevar a pensarlo así. Pero, en ausencia de testimonios precisos, cuidémonos de concluirlo. Sólo podemos constatar que la cuestión del peso no se plantea entre los romanos.


La obesidad y la guerra


La época feudal, a partir de Carlomagno, pone de relieve tres categorías de población: el campesinado, el clero y los guerreros. Podemos pensar que los campesinos no tienen problemas de obesidad con su alimentación a base de repollo, leguminosas, habas, castañas… Poca carne y pescado; nada de azúcar.

Los curas de parroquia no están en absoluto mejor alimentados que su grey. En cuanto a los monjes, muy numerosos en ese tiempo, gozan en las grandes ocasiones de algunos agradables complementos (salazones, pescado ahumado, vino) así como de pan. Tienen un aprovisionamiento más regular. El sedentarismo y los trabajos de escritura les valen fácilmente el sobrepeso. De ahí la reputación, a veces merecida, de personajes epicúreos y hedonistas….

Los guerreros, señores y soberanos, gozan, ni qué decirlo, de los mejores platos: carne de caza, palomas, vinos,
etcétera. ¿Engordan? Nada es menos seguro. Los ejercicios físicos, la caza, los torneos y la guerra se los impiden…

Sin embargo, las crónicas señalan a algunos personajes cuya fuerte corpulencia degeneró en obesidad, conconsecuencias invalidantes…

Habiendo repudiado a su primera esposa, Berta de Holanda, tras veinte años de matrimonio, el rey de Francia Felipe Iº, se vuelve a casar para gran escándalo del clero y de la opinión pública. Llevando una vida disipada, se vuelve obeso al punto de ya no poder montar a caballo. Cuando muere, a los 56 años, en 1108, su hijo y sucesor Luis VI hereda su propensión a la obesidad al punto de pasar a la posteridad como Luis el Gordo. Pero se muestra excelente administrador y gran batallador, a pesar de que hacia el fin de sus días, como su padre, será incapaz de montar a caballo y guerrear.

Hay que saltar cuatro siglos y cruzar la Mancha para encontrar una situación similar con elrey de Inglaterra, Enrique VIII. Tempranamente afectado por la obesidad, no se parece en nada al efebo (Jonathan Rhys-Meyers) que lo interpreta en la miniserie inglesa Los Tudor. En los últimos años de su vida, el rey de las seis esposas debe ser alzado hacia los pisos superiores de su palacio con un montacargas…

Enrique VIII

Pero, como se vio, se puede ser gordo y combativo. El mejor ejemplo, cerca de nosotros es Winston Churchill (1874-1965). Joven aristócrata con cara de pepona, da muestras de temeridad y audacia tanto en las guerras coloniales como en las batallas electorales.

Winston Churchill


La edad, el sobrepeso, los cigarros y el whisky no moderaron en nada su energía. Cuando, a los 66 años, el 10 de mayo de 1940, fue llamado a dirigir la lucha contra la Alemania nazi, sus compatriotas descubren una fuerza de la naturaleza; exactamente lo contario del ascético Hitler, de 50 años, tomador de agua y vegetariano.


La culpa fue de Colón


Nuestros antepasados del Medioevo no tenían ninguna chance de ganar kilos, incluso cuando, después del Año Mil, el perfeccionamiento de las técnicas agrícolas, la urbanización y el advenimiento de una clase burguesa traen una muy neta mejora de la alimentación.

Todo cambia en el siglo XVI por causa de Cristóbal Colón. Habiendo desembarcadoen América, los europeos ven la oportunidad de producir desde entonces ellos mismo el azúcar que enloquece a los ricos burgueses. Transportan al Nuevo Mundo las grandesplantaciones esclavistas puestas a punto por los musulmanes del sur del Mediterráneo.

El azúcar, más abundante, se abarata. Su consumo se difunde en la burguesía y la aristocracia, con una consecuencia previsible: el surgimiento de la obesidad.

Contra esta obesidad, las mujeres luchan encorsetando su pecho y su abdomen. Utilizan para ello la barba de la ballena. Esto contribuye a intensificar la caza de los cetáceos. Es, junto con la trata de esclavos negros a través del Atlántico, una de las consecuencias de nuestra inocente atracción por el azúcar.


Los varones, por su lado, sufren de gota y de hidropesía. Estas enfermedades ligadas a la obesidad y a los excesos alimentarios alcanzan a los hombres maduros de la aristocracia de los siglos XVII y XVIII.

La obesidad se convierte en un tema de preocupación. Los médicos la asocian al carácter flemático (la pereza) y ven por el contrario en la extrema delgadez un síntoma de melancolía (depresión). Empieza a haber preocupación por el régimen alimentario.


Gordura y poder


Convertido en un mal característico de las clases altas, el sobrepeso está, desde fines de la Edad Media, asociado a la imagen de la autoridad y el poder. En el siglo XIII, la oligarquía mercantil, en Florencia, era llamada “popolo grasso” (los gordos) por el pueblo delgado al cual domina y oprime.

A fines del siglo XVIII, en Europa, la burguesía de negocios ha tomado el poder. Exhibe su desprecio por los valores aristocráticos del Antiguo Régimen. Desdeñan la caza, la guerra y los ejercicios físicos. A sus ojos sólo cuenta el trabajo de oficina, obstinado e ingrato.  El sobrepeso se convierte en su imagen de marca.

El novelista Honoré de Balzac, él mismo bien redondeado, traza el retrato sin concesiones de esta burguesía.

También las mujeres de poder lucen imponentes, de Catalina y María de Medici, regentes de Francia en los siglos XVI y XVII, a la emperatriz María Teresa de Habsburgo y la zarina Catalina de Rusia en el siglo XVIII. Sus retratos las muestran gruesas.

Obra de Auguste Renoir


Redondeces eróticas

Hasta comienzos del siglo XX, las mujeres de mundo usan artificios vestimentarioscada vez más limitantes para disimular sus rollos (rígidos corsés, miriñaques), en detrimento de su confort y de su libertad gestual.

¿Los hombres se lo agradecen? Los artistas contemporáneos, como Veronés oTiziano, aprecian las formas, si no obesas al menos pulposas. Sus modelos femeninos no serían sin duda aceptados hoy por las agencias de modelos. Medio siglo más tarde,Rubens muestra una extraña atracción por los desbordes de la carne pero cuando hace el retrato de su joven mujer, se muestra más medido y realista, sin ocultar su ternura por sus redondeces flamencas.

Al alba del siglo XX, Augusto Renoir muestra el mismo apego por las mujeres de formas pulposas, empezando por la propia.

Nada de esto en nuestros días. Cuando Botero esculpe sus personajes deformes, es difícil ver en ello cualquier empatía, menos aún una atracción sexual.


La tiranía del higienismo

La gordura conoce un comienzo de estigmatización a mediados del siglo XIX. El Segundo Imperio (1852-1870) rehabilita los valores aristocráticos. Las guerras coloniales devuelven a los hombres el gusto por la acción, los oficiales de marina y los aventureros de perfil esbelto.

Por fin, el higienismo y el culto del superhombre, a fines del silgo XIX, exaltan la figura del atleta y del hombre de mundo, tan a gusto en las salas de esgrima como en los salones. Este movimiento es llevado adelante por el barón Pierre de Coubertin, quien restaura los Juegos Olímpicos.

La emancipación femenina conduce también a las mujeres a cultivar la delgadez. Con la práctica del ciclismo, muy en boga en vísperas de la Primera Guerra Mundial, ellas adquieren incluso el derecho de usar pantalones.

En los Años Locos se impone la mujer liberada, al menos en las clases altas. En 1922, Victor Margueritte escandaliza con su novela La Garçonne [N. de la T.: algo así como La Machona], arquetipo de ese nuevo modelo femenino, de silueta longilínea.

La obesidad se vuelve desde entonces vulgar. Por medio de un total vuelco histórico, se convierte en característica de las clases populares, consideradas incapaces de controlarse o de alimentarse bien.

Entramos en una nueva tiranía peor que la vestimentaria: la tiranía mental. Si se es gordo, es porque se quiere o porque no se hace nada por evitarlo.

Algunas personalidades escapan sin embargo a la estigmatización. Churchill, por ejemplo, no se ve afectado. Entre nosotros, algunos empresarios franceses unen redondez con competencia.

Un movimiento de opinión todavía tímido nace en Occidente a fin de devolverles la autoestima y la dignidad a las personas obesas o con sobrepeso. Bagdad Café, un film de Percy Adlon (1987), aparece como precursor mostrando con ternura la historia de amor de una mujer gorda con un viejo cowboy.

Bagdad Café


Amenaza al planeta

Todo esto sería reconfortante si no estuviésemos actualmente amenazados por una obesidad inédita, producida por alimentos industriales adulterados cuyos perjuicios aparecen poco a poco (vaca loca, quesos con legionella, carne con hormonas, salmón con pesticida, comida chatarra con sobredosis de azúcar, etcétera).

Las consecuencias de esta alienación se leen en el fenomenal crecimiento de la tasa de personas con sobrepeso y obesas tanto en los países desarrollados como en los emergentes (cerca de una décima parte de la población mundial es ya considerada obesa). Lo más grave es la expansión de la obesidad en niños de menos de cinco años, de quienes sabemos que tendrán grandes dificultades, en la edad adulta, para recuperar un peso equilibrado.

(*) La Machona

(Traducción de Claudia Peiró para Infobae)