Muere en la calle un indigente al que un médico decidió no hospitalizar
Falleció en Santiago después de ser visitado por el personal del 061
Caniche no estaba bien. Toxicómano y alcohólico, era uno de los
indigentes que se cobijan bajo la dársena de la estación de autobuses de Xoán
XXIII, en Santiago, y pasaba el día pidiendo limosna en el entorno de la plaza
de Cervantes. La noche del jueves llegó peor que de costumbre. «Estaba amarillo,
con muy mala cara. Hasta tuvimos que ayudarlo a acostarse», explica el que era
su mejor amigo en ese refugio improvisado en plena calle. Tan mal lo vieron sus
compañeros, que llamaron a una ambulancia, «pero el médico ni le tocó, nos
preguntó qué había tomado, se lo dijimos y todo lo que hizo fue decirnos que lo
tapásemos bien y lo dejásemos dormir», añade. Ayer amaneció muerto. «Le di unos
besos en la cara y estaba frío y tenía sangre coagulada en la boca», se lamenta.
Se llamaba Andrés Canet Requena, era natural de Valencia y tenía 42 años.
El 061 ha confirmado que recibió una llamada a las 22.13 horas.
La hicieron los amigos de Caniche. También que se envió una ambulancia
medicalizada y que llegó rápido, así como que el médico lo atendió y que decidió
no trasladarlo al hospital.
Sentados en uno de los bancos de madera que hay junto a la
dársena que cobija a este grupo de sintecho, los amigos de Caniche se
preguntaban ayer si el médico hubiese tomado la misma decisión si la llamada la
hubiese hecho alguien cuya única posesión no fuesen unos cartones y unas mantas
y cuyo día a día no transitase de la mano de la metadona, la heroína, el alcohol
y los tranquilizantes.