El Apocalipsis con acento español
Año 2013. De forma inexplicable, la población de todo el planeta
decide encerrarse en edificios y espacios cerrados. Impera la agorafobia y la
gente se siente incapaz de salir al exterior. Entonces, se inicia una batalla
por la supervivencia de consecuencias imprevisibles para el futuro de la
humanidad. En este contexto, Marc emprende una odisea en busca de Julia, su
novia desaparecida. Con una premisa como esta, pocos podrían imaginar que
estamos hablando de una película española. Con el paso de los años, nos hemos
ido acostumbrando a que el cine español fuera conquistando nuevos ámbitos y
territorios; sin embargo, todavía se nos queda cara de sorpresa cuando asistimos
al estreno de un filme español alejado del drama o la comedia costumbrista. En
Los últimos
días, la nueva película de los hermanos David y Àlex
Pastor, Marc es Quim Gutiérrez y Julia es
Marta Atura, y el escenario de la acción es una
Barcelona golpeada por un misterioso mal que ha vaciado sus
calles dibujando un paisaje post-apocalíptico.
Parece que los cineastas españoles interesados por
el cine de ciencia-ficción han encontrado en el cine apocalíptico un lienzo
sobre el que trabajar con emociones humanas al límite –algo que encontramos en
filmes extranjeros recientes como Melancolía de Lars
Von Trier o 4:44 Last Day on Earth de
Abel Ferrara–. Así ocurre en Fin, la película de
Jorge Torregrossa que se estrenó el pasado mes de noviembre. En
ella, la idea de un nuevo orden natural donde los humanos están en peligro de
extinción aviva las llamas de un tenso thriller protagonizado por un grupo de
amigos y amigas (entre las que destacan Maribel Verdú,
Clara Lago, Blanca Romero) que se reúne en una
casa en la montaña. Entre risas y anécdotas se oculta un turbio episodio del
pasado que les sigue atormentando. De repente, un extraño incidente altera sus
planes, quedando completamente aislados y sin posibilidad de comunicación con el
exterior. Una ciencia-ficción más psicológica que pirotécnica.
Por su parte, Extraterrestre de Nacho Vigalondo, desde su absoluta excentricidad, también juega con ciertas coordenadas del cine apocalíptico. Al igual que en los otros ejemplos citados, un componente claustrofóbico –el encierro ante la catástrofe– sirve de motor de esta historia en la que la amenaza de una invasión alienígena (más sugerida que explicitada) desencadena una hilarante cadena de malentendidos sentimentales entre unos personajes cuya neurosis se impone al pánico. El Apocalipsis como tapiz para la comedia surrealista. Algo parecido a lo que sucede en Los últimos días del mundo, que sin ser una película 100% española (sin ir más lejos, los directores son los franceses Arnaud Larrieu y Jean-Marie Larrieu) sí transcurre en nuestras tierras. La película está protagonizada por Robinson Laborde (Mathieu Amalric), un hombre que se recupera poco a poco del fracaso de una aventura amorosa por la que se había decidido a dejar a su mujer. A pesar de la inminencia del desastre (el fin del mundo), y quizás para enfrentarse mejor a él, se embarca en una verdadera odisea que le lleva por las carreteras de Francia y España. Un cruce de road movie, drama sentimental, comedia bufa y cine apocalíptico. Queda claro que el fin del mundo se presta, en la gran pantalla, a las más curiosas hibridaciones.
Por último, y para terminar por dónde empezamos,
vale la pena destacar que Los últimos
días no es la primera incursión de los hermanos Pastor en el
subgénero del cine apocalíptico. En el año 2009, estrenaron Infectados
(Carriers), en la que un virus mortal se extendía por la
Tierra. En el filme, cuatro jóvenes (entre los que se
encontraba el hoy emergente Chris Pine) se dirigían a una
apartada playa del Golfo de México para refugiarse de la
epidemia. Pero cuando su coche se estropeaba en una aislada carretera, empezaba
una desesperada huida en la que debían enfrentarse a infectados, médicos
homicidas y enloquecidos supervivientes… Habrá que ver si en el futuro los
Pastor siguen insistiendo en su retrato del fin del mundo o
abordan nuevos territorios. En cualquier caso, se les agradece el esfuerzo por
ampliar los límites de la ciencia-ficción con acento español.